jueves, 6 de mayo de 2010

Texto de Giardinelli acerca del viaje (para 2º E.S


El viaje en la literatura como en la vida

Mempo Giardinelli


 

Por supuesto que a esto lo supo, o lo intuyó, el mismísimo Homero. Hace sólo un mes, caminando por la Acrópolis de Atenas, yo pensaba exactamente en este texto que estaba escribiendo y me decía que desde aquellas alturas majestuosas el mundo, la vida, no podía verse sino como un viaje: el mar está ahí y atrae, bajo el cielo infinito, pero sobre todo uno se siento impulsado a reflexionar sobre las miserias y grandezas de los hombres y mujeres que siempre transitaron esas tierras y todas las tierras del mundo. La Odisea de Ulises, vista así, no es sino un viaje fabuloso hacia la verdadera dimensión del ser humano, además de que ser griego -entonces y siempre- era y es sinónimo de la palabra "viajero".


 

Después, prácticamente toda la literatura universal se ocupó del viaje como materia fundamental. Y así la literatura misma resulta un viaje, siempre fabuloso, extraordinario, fantástico, en cada uno de los textos que se convirtieron en clásicos y hoy forman el acervo infinito de la escritura del mundo. El viaje es protagónico en los relatos de Las Mil y Una Noches. No en vano las máximas alturas imaginativas de ese libro maravilloso se alcanzan con el Pájaro Rujj, con Simbad el Marino, con huidas y navegaciones fabulosas.


 

El viaje, una vez más, es escenario y motivo de la mejor literatura.


 

Podríamos seguir enumerando cómo Literatura y Viaje han sido, a lo largo de los siglos, no una misma cosa sino ese paralelo casi perfecto. Me atrevería a decir, incluso, que es difícil concebir una literatura sin viaje, como es casi imposible que un viaje no provoque literatura. Esa es la tradición que inauguraron los Clásicos y que se difundió en todas las lenguas.


 

Y es que la literatura no es sino la vida por escrito. La literatura no es sino una versión de la vida que ha sido puesta en palabras. La literatura no es otra cosa que un mágico testigo del paso de los hombres y las mujeres por la superficie de la Tierra y es, al mismo tiempo, la indescifrable e invisible huella de sus pasos, sus dudas, sus miedos, sus sueños y alucinaciones. Estoy diciendo: un viaje infinito. El viaje del ser hacia adentro del ser en forma de palabra escrita, palabra domiciliada en el papel y, ahora, es cierto, en la pantalla.


 

Quizá por todo esto que digo, por esa convicción que tengo, para mí viajar y escribir son la vida misma. Viajar y escribir son, para mí, tan naturales como respirar.


 

Hoy, en día, los viajeros son más bien mansos turistas, ¿no? Quiero decir: han dejado de ser viajeros, o sea individuos inquietos que buscan horizontes desconocidos y que pueden descubrir mundos nuevos o ignorados. Hoy los viajeros- turistas van en grupos: son manadas de seres humanos que se desplazan cámara en mano y de la mano de (jalados por? arrastrados por?) esos especialistas en simplificación que son los guías turísticos. Desde luego que hay quienes escriben libros de viajes para ellos, y muchos lo hacen profesionalmente muy bien, pues además esos autores suelen ser personas con un gran sentido de la oportunidad.


 

Este escritor que soy a veces se complace de andar viajando, por supuesto.


 

Pero ningún viaje determina ni obstaculiza mi producción. Viajar es una circunstancia que me otorga una mirada un poco más ancha, nada más.


 

Para mí la escritura es movimiento, y es así como escribo. Me falta mucho mundo por recorrer, por supuesto, y realmente no sé si escribiré una sola línea de mis futuros viajes. Me falta ir a Finlandia y a China y a Mongolia, y aún no pude recorrer el Nilo, no he ido a Madagascar, a Groenlandia ni Alaska. Por lo menos.


 

Pero como viajo sin propósitos literarios, cada escritura será para mí como el viaje que la literatura es: escritura con la permanente nostalgia del allá cuando estoy acá, y del acá cuando estoy allá. Por eso yo tengo mi pequeño despacho en cualquier lugar del mundo. Mi mesa de trabajo, mi verdadera casa portátil, es el sitio en el que puedo colocar mi computadora y soltarme a escribir con la pasión de siempre, la misma de ahora, la de este instante.


 

Y la misma pasión, diré también, con que mientras escribía estas páginas yo sentía que me desesperaba el mundo. Porque la idea del viaje, fabulosa e incitante, me llenaba sin embargo de inquietudes ¿Es que estaría yo metiendo la pata -como decimos en mi tierra- si me desviaba de la cuestión Viaje-Literatura?


 

Porque, ladies and gentlemen, hoy nosotros viajamos y escribimos pero somos una inmensa minoría. Y minoría muy privilegiada, si quieren admitirlo.


 

Hoy las grandes mayorías del mundo viajan por circunstancias antes dramáticas que placenteras, y eso es algo que me parece importante no olvidar. Yo necesito subrayarlo. Las grandes mayorías del mundo, ahora mismo, viajan para emigrar. Huyen de la miseria y se enfrentan al rechazo. Escapan de realidades tremendas, de la pobreza y la desesperanza de sus países sometidos por la voracidad de la Globalización. Lo que determina las ansias viajeras de las grandes masas humanas que se mueven hoy por el mundo es mucho más el dolor que la alegría.


 

Viajar por simple afán de aventura es hoy una extravagancia, acaso sensible y divertida pero extravagancia al fin. Y hoy en día viajar para descubrir también lo es, porque los descubrimientos verdaderos han sido sustituidos por la navegación virtual. Que es otra ilusión a la que se lanzan diariamente millones de personas en todo el mundo.


 

El mundo se ha empobrecido. Y tengo para mí que estamos apenas en el comienzo de un tiempo atroz en el que los fabulosos avances de la ciencia y la tecnología no necesariamente mejorarán la calidad de vida de los pueblos, de todos los pueblos, sino que, como sucede en este mismo momento, la seguirán empeorando.


 

Y la bandera de mi resistencia personal tiene un único nombre y color: es la Literatura. Porque sólo la Literatura sabrá conservar siempre los aspectos más hermosos de los pueblos y del mundo que hemos conocido. Sólo la Literatura será el tesoro testimonial de la vida de los que ya no están pero han sido, como nos sucede ahora a nosotros con los clásicos. Es en la Literatura donde están y siempre estarán las semillas de los sueños, de las ideas, de las revoluciones, de los cambios, de todos los cambios, incluso los imposibles.


 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario